hemos llegado a visualizar la imagen que recoge una cámara que nos enfoca, o evocado algo tan simple, y a la vez tan complejo, como es nuestro fulgor frente a un espejo.
hace unos días, en un alarde de creatividad, me planteé la posibilidad de llevarlo a cabo. poder hacer clic en el momento preciso y almacenar imágenes de alta calidad en un recoveco, quizá mental, que diera la posibilidad de reproducir, como si de un pase de diapositivas se tratase, la magia que ni siquiera una réflex es capaz de retratar.
poner en funcionamiento la maquinaria específica para que, llegado el momento, incluso en un sueño, un simple movimiento de ojos active la función Guardar como, y, a buen recaudo, en un lugar seguro, se almacene el fotograma de donde nunca se podrá eliminar.
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